20091108

LA ENVIDIA


La envidia nos resulta vergonzosa e inconfesable, pero está muy extendida en nuestra sociedad.
La envidia es un proceso a veces bastante complejo y soterrado, que puede hacer a la persona profundamente desgraciada incapacitándola de raíz para disfrutar de felicidad alguna. El envidioso nunca está contento consigo mismo, con lo que es, con lo que tiene. Vive resentido. Necesita mirar de reojo a los demás, compararse, añorar el bien de los otros, estar por encima.
Hay personas que terminan viviendo desde una actitud competitiva. No piensan sino en términos de comparación. Inconscientemente, se sienten en la obligación de demostrar que son los más inteligentes, los más hábiles, los más seductores, los más poderosos.
No nos atrevemos a confesarlo, pero en la raíz de muchas vidas dedicadas a ganar siempre más y a conseguir un nivel de vida siempre mejor, solo hay un incentivo: la envidia.
Sin embargo, el que mira con envidia a los demás, no disfruta de lo suyo. Por mucho que posea, siempre brotará en su interior la insatisfacción, el sufrimiento que corroe por dentro al ver que otros «tienen» tal vez más.
Jesús reacciona ante los fariseos que solo viven para aparentar, sobresalir y aprovecharse de los débiles. Lo decisivo es siempre vivir humanamente. Disfrutar de lo que se tiene y de lo que se es. Saber compartir. Vivir ante Dios.
http://www.youtube.com/watch?v=o4UOIf3MFug

El hambre, afrenta a la dignidad


La semblanza de la infancia es la imagen de nuestra condición moral como adultos. Una civilización luchando contra la infancia, es un planeta que ha perdido la esperanza. La infancia en la indigencia, vejada, golpeada, inmolada es un crimen contra la humanidad que pronto será juzgada por sus propios descendientes.
Según la Organización Mundial de la Salud, cerca de 50 millones de criaturas no están inscritas en ningún registro. Se evalúa en 100 millones la cifra de abortos que, anualmente, se ejecutan en todo el universo. Más de 120 millones de chiquillos carecen de los alimentos básicos. Cincuenta mil críos agonizan de gazuza al día. También, uno de cada cuatro niños, menores de 5 años, vivirán los efectos de la depauperación, anemias, minusvalías, deficiencias físicas y mentales. Sólo de sarampión mueren cerca de 250.000 niños al año.
Por otra parte, las cifras de mortalidad infantil cambian según las zonas: en los países opulentos serán de 6 niños por cada mil nacidos vivos. En Hispanoamérica, de 31 por cada mil, en Asia Meridional de 89 por cada mil y en África subsahariana alcanza hasta el 169 por mil. Casi son 25 millones los menores de 18 años que residen en granjas de refugiados. Son recogidos de las conflagraciones bélicas. Se estima en unos 16 millones los chavales huérfanos; en una cuarta parte por el virus de la muerte, el sida. El 80% de ellos habitan en África.
Se estima también en 400 millones los chiquillos esclavos, bajo el despotismo de la explotación. Entre ellos se cuentan: los críos encadenados a trabajos forzados, por la indigencia y la carencia en la que sobreviven sus parentelas: en la agricultura, en yacimientos, en minas, en industrias y como esclavos de terratenientes. Son ya 500.000 niños soldado. Cerca de dos millones de chiquillos son utilizados sexualmente, trajinados como objetos sexuales.
Por último, en el informe que la FAO edita anualmente bajo el título El Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo, se asevera que “comer es un derecho fundamental de la Humanidad. El hambre es una afrenta a la dignidad humana”.